Por: Francisca Muñoz R., Diario Financiero.
Madeleine Valderrama, nació en Santiago y desde pequeña soñaba con convertirse en doctora para trabajar con niños en África. Comenta que, en su etapa escolar, tuvo buenas notas y que practicó karate por ocho años. Disciplina que le permitió compartir con el sexo opuesto y la motivó a asistir al preuniversitario del colegio Alonso de Ercilla -establecimiento que en ese momento era de hombres-.
“Soy una persona inquieta y cuando chica siempre fui curiosa e imaginativa. En tercero medio me aburría en clases, mi colegio se enfocaba en formar señoritas y no me daba las herramientas que estaba buscando”, dice Valderrama.
Al momento de entrar a la educación superior no sabía qué carrera estudiar. Ingresó en 2003 a bachillerato en la Universidad de Chile -donde conoció a su actual socio y marido- Ismael Valenzuela y recibió orientación vocacional.
“Un profesor me ayudó a sacar el imaginario que tenía en mi cabeza de vacunar niños en África, me dijo que los ramos matemáticos se me daba de forma intuitiva, eso me ayudó a ver la realidad y entré a ingeniería”, comenta Valderrama.
En 2005 realizó un Master in Business Engineering (MBE) y entró a trabajar a la pesquera, Camanchaca, por su tesis. “Fue mi alma mater, aprendí mucho sobre los procesos productivos y cómo aplicarles tecnología, tanto a salmones como a la harina de pescado”, dice Valderrama.
A pesar de que su tesis estuvo enfocada en predecir la calidad de la materia prima de acuerdo a la distancia en la que se capturan los pescados, esta nunca se implementó. “Una mujer menor de 30 años, diciéndole a los capitanes donde pescar era difícil, pero ahí vi la necesidad de incursionar en un producto enfocado al cliente y no en la academia”, agrega.
Valderrama, trabajó en Camanchaca hasta los 30 años, cuando tuvo una crisis vocacional, “estaba super bien, tenía una carrera buena, pero vendí todo y recorrí Oriente Medio, el Sudeste, Japón, Australia, por un año y medio para encontrar un lugar donde radicarme y satisfacer el vacío que tenía”, dice.
No lo encontró y volvió a Chile en 2016. Camanchaca había reservado su puesto de trabajo, pero decidió renunciar y crear un año más tarde, Altum Lab, con su marido Ismael -ingeniero en computación- para aplicar su conocimiento productivo, su habilidad de levantar procesos y ahondar en la mezcla de harina de pescado, explica.
La inteligencia artificial
En 2017 crearon el prototipo de Bruna - un software que optimiza las mezclas de harina de pescado, a través de un algoritmo y machine learning-, con la incubadora y aceleradora de negocios, Imagine Lab, apoyada por Microsoft.
Al mismo tiempo, creó la fundación Be Hope para ayudar a personas sobre la línea de la pobreza que no reciben ayudas sociales y abrió una tienda de vestuario con su hermana, llamada La Dresseria.
“Fue una locura, tenía el síndrome de la mujer maravilla, juraba que podía hacer las tres cosas simultáneamente, después el tiempo me mostró que realmente no podía, fui soltando y me quedé solo con Altum Lab” comenta.
En 2019 se presentaron a un concurso de la Compañía Minera del Pacifico (CAP), que junto a una inversión de Devlabs Venture y la ayuda de Rubén Hernández, uno de los fundadores de Davlabs, desarrollaron el producto que trabaja Altum Lab hoy.
“El dolor que tiene el cliente no va en la mezcla, sino en cuándo iniciar la cosecha, cuándo terminarla, predecir la producción y cómo ocupar la materia prima para obtener productos de calidad. Encontramos el mix entre el mundo de la predicción y optimización”, explica Valderrama.
Finalmente, definieron Altum Lab, como la startup que opera con Bruna, una plataforma de coach productivo con Inteligencia Artificial (IA), -que constantemente hace sugerencias de cómo se podría haber mejorado la operación y el resultado si se hubieran tomado ciertas decisiones- capaz de estabilizar el proceso productivo y optimizar la operación. Actualmente funciona en las industrias, acuícola, minera y agrícola y cuenta con 12 clientes de tres países.
La startup no tiene una política de género estipulada, pero para Valderrama es importante la visión femenina, “hay estudios que demuestran que el trabajo de una mujer en una empresa genera un salto de rentabilidad. Si tenemos una vacante abierta de preferencia contratamos mujeres, somos un 70% de la empresa”, afirma.
Valderrama adelanta que buscan abrir oficinas comerciales en Indonesia y Taiwán para fines de septiembre, las que se sumarán a sus sedes en Perú, Brasil, Estados Unidos y la que están abriendo en Reino Unido.
“Vengo llegando de un viaje de mes y medio en Taiwán, donde participamos en ferias tecnológicas y en reuniones con potenciales inversionistas y clientes, ya que ahora el foco está en el mercado asiático”, comenta Valderrama.