Si bien la tendencia ubica a los líderes como actores principales dentro de las instituciones, es necesario tener algunos cuidados.
En los últimos años se ha instaurado en las empresas el concepto de liderazgo, destacando que quienes lo practican deben ser personas empáticas, afectivas, comprensivas y compasivas.
En ese sentido, el líder debe comprender el tamaño de sus responsabilidades, sabiendo reconocer cuáles son sus prioridades, sus urgencias, sus preocupaciones y, sobre todo, sus necesidades.
El problema empieza cuando se derrocha demasiada energía en tratar de satisfacer las necesidades del equipo, con el objetivo de tenerlo completamente satisfecho, creyendo que eso incrementará su compromiso.
Lo importante es no olvidar que el rol del líder es encabezar, orientar y guiar al equipo, sin reducir su capacidad de autonomía, empoderamiento e individualidad, para que no solo el CEO, sino todos, exijan que se logren los objetivos trazados.
Pero no solo son los directores ejecutivos tratando de que los trabajadores la pasen bien trabajando. Muchas veces, como apunta el artículo “The Limits of Empathy”, publicado en el 2016 en la revista Harvard Bussines Review, existe un gran número de jefes de Recursos Humanos solicitando cada vez más recursos para financiar programas para mejorar cada vez más la experiencia de los colaboradores en las empresas.
En este sentido, además de ofrecer un soporte y un acompañamiento natural para el desarrollo profesional del colaborador, surge un sinfín de pequeños estimulantes para que los trabajadores se sientan casi como en casa.
Independiente de las mejoras que se puedan hacer, siempre existe el riesgo de que un ánimo de constante queja se apodere del trabajador, por lo cual nunca estará satisfecho.
Como líderes, corresponde seguir liderando. Y, al equipo, seguir proponiendo y creciendo.