Por: Álvaro Vergara, Diario Financiero
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, entre el año 2020 y 2025, 85 millones de puestos de trabajo serán desplazados por efecto de la transformación digital, lo que requerirá que el 50% de la fuerza laboral activa se reconvierta adquiriendo habilidades digitales.
En ese contexto, el director ejecutivo de Talento Digital para Chile, Vladimir Glasinovic, reconoce tres habilidades clave para enfrentar el desafío: una mentalidad abierta al cambio y el abordaje de problemas complejos; la colaboración y capacidad de trabajar en equipo; y aprender a aprender, “porque la habilidad no está solo en manejar la tecnología, sino también en poder adaptarse rápidamente para enfrentar desafíos que van cambiando”.
Dice que el trabajo formativo en Chile se ha mantenido sin grandes cambios durante el último siglo debido a que sigue operando el fenómeno de la “titulitis”, en que se privilegian los títulos universitarios por sobre las capacidades de las personas. “Eso ya no corre”, advierte.
En esa línea, el decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Santiago, Juan Carlos Espinoza, comenta que se ha comenzado a dar un nuevo enfoque a la educación superior para incorporar temas de innovación, considerando que “los profesionales deben saber trabajar en equipos multidisciplinarios, comunicar y tener una comprensión más global de los problemas, que considere una mirada social, ambiental y cultural”.
Con programas como Nueva Ingeniería 2030 de Corfo en el que participan universidades como la de Santiago, la Católica y la Chile para dar mayor valor agregado a la matriz productiva nacional, “dimos un salto muy importante para ponernos a la cabeza en el desarrollo de habilidades blandas asociadas a la tecnología y a temas de innovación a nivel latinoamericano”, afirma Espinoza.
No obstante, reconoce que aún falta “la última milla”, refiriéndose a la relación con el sector productivo, porque “una cosa es consultar a las empresas cuando generamos nuevos perfiles de egreso, y otra distinta es que los trabajos de titulación tengan vinculación real y directa con la industria”.
Glasinovic dice que las startups mueven la aguja, porque son “sumamente prácticas a la hora de reclutar personal, se fijan mucho más en las motivaciones, compromiso y habilidades blandas”, por sobre las credenciales universitarias.
Espinoza opina que los estudiantes deben dejar “la rigidez de las clases tradicionales y explorar su creatividad para generar un trabajo multidisciplinario que aporte diferentes miradas a un mismo problema”.
En ese contexto han surgido nuevas formas de aprendizaje, como los bootcamps, dedicados a enseñar habilidades con alta demanda en la industria en períodos breves. “Cada vez más vamos a ir viendo la aparición de nuevas metodologías que entrenen a los talentos en habilidades prácticas y concretas para desarrollarse en una industria (…) ya no hay tiempo para esperar seis años a que se forme un ingeniero informático, por ejemplo”, dice Glasinovic.
Ámbito en que la educación basada en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática (STEM, por su sigla en inglés) “cumple un rol clave” para Glasinovic, ya que “son la base sobre la cual se construyen las habilidades que se necesitan en el siglo 21”.