Formar en ética y mejores prácticas durante la pandemia

Por: Fernanda Hurtado, Gerente General Fundación Generación Empresarial.

Las culturas de integridad son generadas y fomentadas a través de la suma sistemática de directrices, tonos, estilos, pilares valóricos y principios de conducta que provengan desde la cima de la organización y se materialicen en buenas prácticas. Son un carácter o ethos empresarial que se refleja en cada una de las acciones y decisiones que toma la empresa, en su opción por la persona humana y en su preocupación por el impacto que dichas acciones y decisiones tendrán en la sociedad.

La formación en ética y mejores prácticas siempre ha sido un desafío complejo para las empresas. No es fácil bajar contenidos profundos de maneras en que sean prácticos y relevantes para la vida diaria de las personas, lo suficiente como para que llamen la atención y logren promover o facilitar cambios culturales positivos en las organizaciones. Esto generalmente se logra con alguna combinación de talleres, conversaciones, trabajos en grupo e inmersión en señales comunicacionales, decálogos y ejemplos corporativos que suelen ser transmitidos en los espacios comunes en las organizaciones.

En esto, el teletrabajo que muchas organizaciones se vieron súbitamente forzadas a aplicar con muy poco tiempo de preparación, presenta desafíos monumentales a este tipo de formación. El lugar de trabajo deja de ser común, los talleres y trabajos grupales se complejizan, los canales para transmitir señales se hacen más escasos y se pierde toda la riqueza de la comunicación personal. Muchas empresas han optado por suspender sus esfuerzos de formación o capacitación continua. Pero mientras más tiempo los equipos estén trabajando a distancia, mayor será la brecha generada por la ausencia de estas iniciativas. Especialmente en la formación en cultura de integridad, donde estas brechas pueden derivar rápidamente en malas prácticas, infracciones éticas o incluso legales. Por esto, mantener algunos esfuerzos durante el teletrabajo, resulta clave. Por ejemplo, maximizando el uso del canal digital para la transmisión de contenidos y adaptando talleres o dinámicas para su realización a distancia.

El trabajo a distancia también trae nuevas oportunidades. Una de las principales fuentes de fortalecimiento e instalación de culturas corporativas, tanto positivas como negativas, está en la relación con los pares. En la conversación horizontal y en los ejemplos directos sobre acciones y decisiones que toman las personas, hay importantes componentes de valores y principios, no siempre en el control de la alta dirección. Si la empresa tiene suficientemente identificadas sus brechas valóricas, muchas veces representadas como prácticas o costumbres propagadas a través de la relación personal en el lugar del trabajo, podrá generar contenidos o dinámicas o incluso espacios de comunicación directa por medios digitales, para ir desactivando esas brechas, aprovechando que las relaciones a través de las que son perpetuadas, también están temporalmente ausentes.

Fortaleciendo los mecanismos de formación que aún sean viables en teletrabajo, adecuando los que puedan ser adaptables e innovando en nuevas formas de capacitación, se pueden mantener las culturas de integridad en las empresas. Si además, se aprovechan las oportunidades únicas que esta forma de trabajar nos entrega, podremos también fortalecer esas culturas de maneras que antes nos habrían sido mucho más difíciles.