Por: Cristián Carafí Uriarte, Managing Director and Partner en BCG
La pandemia de COVID-19 es el mayor experimento de trabajo remoto de la historia y ha significado un intenso proceso de aprendizaje. Lo principal es que, si lo aplicamos bien, los empleados y la empresa pueden tener importantes beneficios, al igual que las ciudades, ya que habrá menos emisiones y congestión vehicular.
Antes, sólo uno de cada cuatro empleados administrativos trabajaba de manera remota algunos días de la semana, en cambio durante ella lo hicieron tres de cada cuatro. Según una encuesta que hicimos en BCG a 1.500 gerentes y 7.500 colaboradores en Europa, se estima que el 65% de los empleados administrativos mantendrán un esquema de trabajo parcial o completo.
Si queremos aprovechar las ventajas de este futuro, es necesario planificar, desarrollar la flexibilidad y otorgar claridad. Con el propósito de avanzar en este sentido, en BCG estamos trabajando con más de 150 compañías en el diseño de los mejores modelos para el futuro del trabajo y en sus habilitadores. Concretar exitosamente esta tarea permitirá a los trabajadores ahorrar tiempo y recursos, tener mayor autonomía y lograr un mejor balance entre la vida personal y laboral.
Para las compañías, hacerlo bien puede significar mayor productividad, más compromisos, ahorros inmobiliarios y mejor acceso al talento en un mundo sin fronteras físicas. El desafío para las empresas es pensar y ejecutar los procesos de forma adecuada, para así ser capaces de capturar los beneficios y mitigar los riesgos de esta nueva realidad. En este contexto, la mayoría de las compañías están optando por modelos híbridos de trabajo, combinando días presenciales y remotos como la mejor combinación para alcanzar un win-win.
¿Qué deben hacer las organizaciones? Establecer un proyecto común que funcione de manera holística y que contemple el objetivo, modelo de trabajo, habilitadores y gestión del cambio. En este proceso es necesario que las compañías respondan a distintas interrogantes que les permitan prepararse de cara al futuro. Algunas de ellas son: ¿Cómo me voy a organizar? ¿Cuántos días remotos versus presencial? ¿Desde dónde teletrabajar? ¿Qué nivel de planificación y flexibilidad vamos a tener? ¿Quién tiene que tomar las decisiones? ¿Cuántos modelos van a coexistir en la empresa?
Una vez definido el modelo será importante contar con tres habilitadores para implementarlo con éxito: las prácticas y rutinas establecidas que den cadencia y mejoren la sustentabilidad del modelo; los espacios y las herramientas (de colaboración y ciberseguridad, por ejemplo) y, por último, el liderazgo y cultura, con relaciones basadas en la confianza y la gestión por resultados. En este nuevo escenario, la claridad y flexibilidad son elementos claves para permitir el despliegue exitoso del modelo, y lograr los beneficios que empleados y empresas están esperando.
El futuro del trabajo ya está aquí y el nuevo deber de las compañías es adaptarse, transformarse y sacar lo mejor de él.