Por: •Por Laura Chicurel, experta en innovación, starups, Venture Capital y CEO de Innova360
Actualmente nos encontramos frente al mayor movimiento social y económico que ha tenido el país en este siglo y no hay duda de que un ecosistema de innovación robusto es crucial para el desarrollo de Chile, generando valor agregado, otorgando mejores oportunidades, e inclusive siendo capaz de generar una sociedad más inclusiva, tal como lo demuestran otros grandes ejemplos internacionales.
A pesar de que el ecosistema de innovación chileno se ha posicionado exitosamente como un punto de referencia a nivel latinoamericano, y que posee uno de los ecosistemas más avanzados en la región, aún tiene una gran brecha y grandes desafíos para lograr posicionarse como hub de nivel mundial y competir con los grandes líderes globales en innovación.
Si bien la inversión en I+D es uno de los factores incisivos en el desarrollo de un hub de innovación nacional (niveles donde Chile se encuentra muy por debajo respecto a países líderes y que debiese estar al centro de las políticas públicas), hay otro factor preponderante que cobra aun más relevancia, y es el CÓMO se desarrollan y aplican dichos desarrollos. Es aquí donde la “conexión real” pasa a prevalecer como un ‘MUST’, siendo sólo en esa relación simbiótica entre los diferentes actores: empresa, universidades, startups, la que puede permitir lograr un aumento de productividad y de generación de valor a nivel nacional.
No nos basta con disponer de grandes universidades y centros tecnológicos, líderes en la región, si estos no son capaces de conectar con las verdaderas necesidades de las industrias, y apuntar hacia la integración tecnológica en toda la cadena productiva, promoviendo la transferencia de conocimiento y tecnología e impactando así los distintos mercados y sociedad. Es en este trabajo conjunto y de colaboración permanente entre empresas y universidades lo que ha permitido los tremendos casos de éxito en el desarrollo de ecosistemas de innovación, como son por ejemplo Silicon Valley y Tel Aviv.
Otro ingrediente crucial en la ecuación son las startups, con las cuales la colaboración se torna imprescindible para proveer de la agilidad y la disrupción que los mercados demandan. A nivel de ecosistema debemos entregar las herramientas y financiamiento para permitir que estas compañías nacientes proyecten y consoliden su crecimiento en el largo plazo. Sin embargo, dicha colaboración e interconexión requiere de reducir la aversión al riesgo y fomentar miradas largo placistas, con relaciones basadas en la confianza (¿…se confía realmente en Chile?), reduciendo las burocracias en las organizaciones, las cuales imponen trabas a la agilidad en la ejecución, propio de procesos de innovación con resultados.
Se hace menester a nivel de grandes organizaciones visualizar el valor de la innovación, fomentar los espacios I+D y emprendimientos al interior de las empresas y aumentar significativamente el Corporate Venture Capital para dar mayores oportunidades a emprendimientos en etapas de desarrollo temprano. Son grandes desafíos como país y toma tiempo desarrollar, pero hemos visto como otros mercados lo han logrado en cortos períodos de tiempo, en UNIDAD, dejando también entrever un desafío local cultural que resolver.