El también neurocientífico y autor de la teoría de las inteligencias múltiples se ha dedicado a estudiar a los individuos y logró describir siete tipos de inteligencia.
“Aprender es el único antídoto contra la vejez y yo lo tomo cada día en Harvard con mis alumnos” reflexiona Howard Gardner, un destacado psicólogo y profesor de la prestigiosa universidad estadounidense.
“Es tonto clasificar a los humanos en listos y tontos, porque cada uno de nosotros es único e inclasificable”, agrega el también neurocientífico y autor de la teoría de las inteligencias múltiples.
Gardner ha recibido innumerables reconocimientos por su trabajo entre ellos el Premio Príncipe de Asturias y en entrevista con el diario La Vanguardia de España realiza una serie de relexiones acerca de la inteligencia de las personas.
Al consultarle sobre su razón para investigar las inteligencias, el académico respondió que lo primera que hizo fue descubrir que los test de miden inteligencia, aplicados en colegios y universidades, no sirven para nada.
“Cuando mido la inteligencia de las personas, descubro que algunas son muy buenas solucionando problemas pero malas explicándolos. Y a otras les pasa lo contrario. Por eso he dedicado 400 páginas a describir siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial, cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal”, explica.
En cuanto a los profesionales, el científico relata que empezó a preguntarse “por la ética de la inteligencia y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la política, las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas malas para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas”.
Agregando que “En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes”.
El periodista a cargo de la entrevista pregunta si es posible ser un excelente profesional pero “mal bicho”. A lo que Gardner responde: “No, porque no alcanzas la excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia . Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética”.
Finalmente, el profesor de Harvard menciona que “también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la necesidad de ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin dar codazos no triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han logrado el éxito”.