Por: Daniel Perovich, doctor en Ciencias mención Computación y Senior Advisor de Grupo Titán.
La disrupción tecnológica es inevitable. La pregunta que nos debemos hacer es cuándo ocurrirá.
La particularidad de la disrupción tecnológica es su efecto dominó, la cascada de cambios disruptivos que trasciende el dominio de aplicación para la que fue ideada la tecnología, incluso el uso que se buscaba con ella. La evolución es una mejora que impacta un sector particular de la industria, optimizando la productividad o la experiencia de uso.
En cambio, la disrupción es general y global, transforma la industria, nuestra forma de comunicarnos, de trabajar, de disfrutar. En otras palabras, cambia nuestra forma de vida. Una vez que una tecnología disruptiva es ideada, probada y liberada para su uso, un sin fin de nuevas ideas, de nuevas aplicaciones, de nuevas disrupciones, se suceden una tras otra impactándolo todo.
Un claro ejemplo actual es la inteligencia artificial, la que ha llevado a la reflexión sobre la ética, la regulación, la discriminación, la productividad, la empleabilidad, entre tantas otras dimensiones. Otras tecnologías disruptivas actuales, que se encuentran en distintos niveles de adopción y explotación, son la impresión 3D, la robótica, los drones, la Internet de las cosas (IoT), blockchain, la computación cuántica, entre tantas otras.
Sin embargo, este no es un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo. En el pasado, la escritura, la imprenta, la máquina a vapor, la máquina a combustión, la electricidad, la navegación y la aviación, la computadora, Internet, entre tantas otras, han tenido un impacto gigante en la humanidad, tanto así que hoy, con perspectiva histórica, a los periodos en los que ocurrieron dichas disrupciones los llamamos revoluciones industriales.
Las organizaciones no pueden ni deben estar ajenas a la disrupción tecnológica. Por un lado, los gobiernos deben comprender el impacto social, cultural y económico que enfrentarán los países y su gente, tanto para regular su uso y aplicación oportunamente cuando lo amerite, como para tomar medidas que permitan aprovechar las oportunidades que estas tecnologías abren y, también, que permitan promover y facilitar la transformación de los grupos sociales que se ven afectados negativamente.
En paralelo, la industria debe estar alerta al impacto de la disrupción en sus productos y servicios, así como en su operación. Estas tecnologías abren nuevas oportunidades que aprovechar, pero también ponen en riesgo a la propia organización si no está a la altura y a tiempo del desafío de su adopción.
La estrategia organizacional no puede ignorar el impacto de la disrupción tecnológica en la organización. Para ello, hay cuatro macro-actividades que son fundamentales de poner en práctica desde el punto de vista estratégico: (1) detección o awareness, para identificar en forma temprana qué tecnologías ya son o podrán ser disruptivas; (2) análisis, para evaluar el impacto que tienen dichas tecnologías en la organización, tanto en su operación, como en los propios productos y servicios que apoyan su propuesta de valor; (3) ideación y experimentación, para identificar e idear oportunidades de transformación organizacional, promoviendo una cultura basada en la innovación y el aprendizaje continuo; y (4) adopción, para incorporar a los procesos organizacionales y al portafolio de productos y servicios aquellos experimentos que hayan mostrado lograr un mayores beneficios a los usuarios y un mayor retorno de inversión para la organización.
Es crítico que la estrategia organizacional esté consciente de la disrupción tecnológica, y es igual de crítico que la adopción de estas tecnologías se realice con conciencia humana, promoviendo no solo organizaciones sanas que potencian a sus colaboradores con herramientas poderosas en lugar de reemplazarlos, si también una mejor sociedad para todos.