Por: Financial Times, traducido por Montserrat Toledo, Diario Financiero.
M. Stott y J. Wheatley en Londres
Felipe Larraín recuerda con orgullo el momento en que el estatus de Chile como paraíso para las inversiones alcanzó su punto máximo. “Yo era ministro de Hacienda en 2012 cuando colocamos más de US$ 2 mil millones en bonos soberanos en las mejores condiciones posibles”, dijo a Financial Times. “Pagamos solo 55 puntos base sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos”.
Pero casi una década después, la nación sudamericana ya no “parece un oasis” en un barrio de economías en problemas, como lo describió una vez el presidente Sebastián Piñera.
Los rendimientos de los bonos en moneda local a diez años del gobierno han aumentado de 2% en mayo de 2020 a más de 5,5% este mes, llevando los costos de los préstamos a su nivel más alto en más de siete años.
“La explicación clave del aumento de los rendimientos ha sido el deterioro político”, dijo Esteban Jadresic, economista jefe y estratega de inversiones globales de Moneda Asset Management en Santiago.
Chile también es víctima de la creciente inflación mundial, liderada por los alimentos y la energía. Los precios al consumidor subieron 4,8% en el año a agosto, muy por encima del objetivo de 3% del banco central. La autoridad monetaria ha elevado su tasa de política dos veces este año, más recientemente en 75 puntos base a 1,5% el 31 de agosto. Y prometió endurecer la política en el futuro de manera mucho más agresiva de lo que sugería su guía anterior.
“Lo que habían dicho anteriormente que harían en dos años, ahora dicen que lo harán en seis meses”, dijo Kieran Curtis, administrador de deuda de mercados emergentes de Aberdeen Standard Investments en Londres. Esto, explicó, ha disparado los rendimientos de los bonos este mes.
El abrupto giro agresivo de la política monetaria se produce en un contexto cada vez más problemático. Solo días después de que Piñera, un multimillonario empresario, utilizara el halagador calificativo de “oasis” para describir a su país en una entrevista con FT en octubre de 2019, un modesto aumento en los precios de los boletos del metro de Santiago desencadenó un estallido nacional de protestas sociales que se prolongó durante meses.
Los manifestantes llenaron las calles exigiendo su renuncia y quejándose de servicios públicos caros y de mala calidad, pensiones inadecuadas y una sociedad profundamente desigual. Las tensiones solo se calmaron después de que el presidente accedió a grandes aumentos en el gasto social y la elección de una asamblea constitucional para reescribir la Constitución favorable al mercado , que se remonta a la era del dictador general Augusto Pinochet.
La presión de las calles ha empujado al Congreso a adoptar medidas populistas, incluida la autorización de tres retiros anticipados sucesivos de ahorros del sistema de pensiones privado, a pesar de las advertencias de los economistas sobre cómo afectará esto a los mercados de capitales locales y empeorará los problemas de las pensiones.
El Congreso ahora continúa debatiendo un cuarto retiro de fondos, y se esperan votaciones la próxima semana.
Sin embargo, Larraín, quien se desempeñó durante dos períodos como ministro de Hacienda y ahora es profesor de economía en la Universidad Católica de Chile, dijo que un cuarto retiro sería “muy malo para la gente, con mayor inflación, mayores tasas de interés y menores pensiones, y un muy duro golpe a los mercados de capitales locales”. Añadió que no tenía fundamento económico.
“Lo que el gobierno ha producido en términos de un paquete fiscal significa que no hay razón para hacer un cuarto retiro”, dijo. “Es sumamente negativo e inexplicable, excepto por el hecho de que es popular y estamos en un período electoral”.
Los retiros han obligado a los fondos de pensiones de Chile a descargar bonos en el mercado para financiar los reembolsos, lo que aumenta la presión sobre los rendimientos. La perspectiva de más retiros en el futuro ha vuelto más estrecho ese círculo vicioso. “A los mercados les preocupa que (los fondos de pensiones) tengan que vender muchas de sus participaciones”, dijo Curtis.
Chile elegirá a un nuevo presidente y renovará la mayor parte del Congreso el 21 de noviembre. Las encuestas muestran a Gabriel Boric, un exlíder estudiantil de izquierda radical, a la cabeza.
Se espera que quien gane las elecciones enfrente una fuerte presión para aumentar aún más el gasto social y expandir el alcance del Estado chileno, algo que la asamblea constitucional dominada por la izquierda también está presionando.
Años de gestión macroeconómica prudente han dejado a Chile con una de las proporciones deuda-PIB más bajas de América Latina, pero también con sistemas de salud pública, educación y pensiones inadecuados que no proporcionan una jubilación decente para muchos. Esto ofrece un amplio margen para que el próximo gobierno impulse aún más el gasto.
“La pregunta es si se hará de manera responsable”, dijo Alberto Ramos de Goldman Sachs en Nueva York. “Se están desviando lentamente del modelo macro que convirtió a Chile en el ejemplo de la responsabilidad fiscal”.
Igal Magendzo, economista jefe de Pacifico Research en Santiago, dijo que cada vez es más difícil para los inversionistas poner un precio al riesgo chileno debido al nivel de incertidumbre política. “Hay una actitud de esperar y ver”, dijo.
“Hay dudas sobre los efectos (de un cuarto retiro de fondos) en la liquidación de activos, en torno al compromiso con la institucionalidad chilena, la estabilidad económica y la sostenibilidad de las cuentas fiscales”, agregó Magendzo. “La brecha entre los rendimientos chilenos y los de otras economías latinoamericanas se está cerrando”.
“El espacio fiscal que tiene Chile es muy grande”, dijo. “Durante muchos años ha sido muy difícil imaginar un default sin importar lo que hiciera el gobierno. Pero ese espacio financiero puede durar unos cinco años más, no diez”.